Nuestra imagen comunica información continuamente. Nuestra apariencia física proyecta una serie de cualidades subjetivas sobre nosotros. Nuestro color de cabello, el vestuario que llevamos, el olor de nuestro perfume. Y más allá, nuestra forma de estrechar la mano o de sonreír trasmiten una imagen determinada sobre nosotros: amabilidad, cercanía, frialdad, seriedad…
Eso no quiere decir que seamos lo que proyectamos. Nuestra voz y gestualidad puede mostrarnos como una persona tímida o introvertida y por el contrario, podemos ser la alegría de cualquier reunión o encuentro.
Conocer la imagen que proyectamos, es decir, la que ven los demás sobre nosotros y tener claro qué queremos transmitir, es indispensable para dirigir nuestra imagen hacia nuestros objetivos.
Tener una imagen personal versátil y que se adapte a cualquier situación a la que nos enfrentemos es muy importante. De la misma forma que no nos dirigimos igual a nuestro jefe que a nuestro amigo más íntimo, nuestra imagen personal también debe reinventarse en cada situación para dar lo mejor de nosotros mismos.
Desde aquí te invitamos a reflexionar sobre estas palabras y dejarnos tus comentarios.
miércoles, 7 de julio de 2010
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